Nos encontramos en las primeras fases de la vendimia, ante una campaña especialmente compleja en el sector del vino. Pero no lo es por problemas de producción, enfermedades o inclemencias climatológicas. De hecho, las previsiones en el momento actual estiman un incremento de la producción superior al 15%, pudiendo llegar a los 45 millones de hectolitros en todo el país. También hay que tener en cuenta que 2019 fue un mal año en el que se produjo una caída muy significativa, que rondó el 22%.
Hay que recordar que España es el país con más superficie de viñedo, con 969.000 hectáreas. Sin embargo es el tercer productor mundial, por detrás de Francia e Italia. En cuanto a exportaciones, encabeza el ranking mundial en volumen y es el tercero en valor. Esto se debe a las grandes producciones de vino a granel que se producen sobre todo en Castilla la Mancha.
Pero volviendo a la campaña, el análisis del problema se puede reducir de forma simplificada a un desequilibrio excepcional y no previsto por la crisis del coronavirus. Desde que la pandemia golpeó nuestro país con toda su crudeza, el muy importante mercado cubierto por el sector Horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías) se ha visto reducido drásticamente; primero por la implantación de medidas restrictivas para el ocio, luego con el cierre total de este canal generado por el confinamiento y, en la actualidad, por una apertura estival, pero muy limitada en clientes, aforo y horarios. Si bien es cierto que el consumo familiar aumentó y que algunas bodegas que ya eran activas en el entorno digital vieron reforzadas las ventas para consumo doméstico, este canal no compensó ni de lejos las pérdidas globales de la restauración. Esta circunstancia ha generado un aumento no previsto de los stocks, que se van a ver incrementados por el repunte de la producción en la campaña actual, y por las posibles nuevas restricciones al ocio, lo que ralentizaría todavía más el consumo en Horeca.
Tampoco ayudan las exportaciones. Según el Observatorio Español del Mercado del Vino, España es el país que más ha visto reducidas sus ventas exteriores, con 83 millones de litros menos, por encima de Sudáfrica que ha perdido 67 millones, y Francia 47 millones. Paradójicamente en otros países han crecido, como es el caso de Italia y Argentina.
En total, la caída de ventas en España se ha cuantificado entre el 35% y el 50% dependiendo las fuentes.
Se podría pensar que esto beneficia al bodeguero, ya que comprará uva barata, pero la realidad es que al final nadie gana. El agricultor tendrá más dificultad para vender la uva y, sobre todo, para hacerlo a un precio razonable, salvo que tenga y se respeten los contratos ya firmados, que cada vez están más extendidos. Sin embargo, la baja demanda y el exceso de oferta de vino, entre el nuevo y el acumulado, presionará los precios a la baja, por lo que también los empresarios del vino perderán facturación y, posiblemente, márgenes.
En este contexto las diferentes denominaciones de origen están restringiendo de forma generalizada la producción. Una estrategia reforzada por el real decreto aprobado por el gobierno de España que, por primera vez, ha limitado los rendimientos. En particular lo ha acotado a 20.000 kilos por hectárea en el caso de la uva blanca y 18.000 en el de la tinta. En todo caso no es una decisión sencilla, dada la variada y numerosa composición de los Consejos Reguladores, en los que pequeñas bodegas familiares codeciden con los grandes bodegueros. A pesar de ello, ha habido consenso mayoritario en la necesidad de reducir producción, un síntoma claro de la gravedad del problema.